Yo puse el esfuerzo y ella la desgana.
Yo, el hondo silencio, y ella la palabra.
Yo, senda y camino, y ella, la distancia.
Yo puse los ojos, y ella, la mirada.
Quise entre mis manos retener el agua,
y, sobre la arena, levanté mi casa.
Me quedé sin manos. Me quedé sin casa.
Fui raíz oscura, y ella, tronco y rama.
Para que la cuenta del amor sumara,
ella puso el cuerpo; yo, el cuerpo y el alma.
Era toda viento; yo, todo montaña.
Yo, pura resina, y ella, pura llama.
Una noche oscura, se fue de mi casa.
Cegaron mis ojos, para no mirarla.
Para no seguirla, cerré las ventanas.
Clausuré las puertas, para no llamarla.
Puse rosas negras sobre nuestra cama;
sobre su memoria, puse rosas blancas.
Y, a la luz difusa de la madrugada,
me quité la vida, para no matarla.
Yo lo puse todo:
vida, cuerpo y alma;
ella, Dios lo sabe,
nunca puso nada
Nada Nada Nada
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