En el pabellón de mis juguetes
un pequeño trovador de barro negro
su laúd ataca.
A veces no sé dónde se mete,
se hace amigo de las noches, de los perros,
de la caminata.
Pero por saberse preferido vuelve a mí
con mañana y sol o con alba gris.
Vuelve de las sombras, de un secreto que no sé.
Vuelve de un quizás, vuelve de un tal vez.
Y para mí tañe el laúd
con melodía que parece azul,
y para mí cuenta su viaje
y la canción se estrena un traje.
Y para mi tañe el laúd
precipitándolo como un alud.
Sospecho que su melodía
llega de amar la poesía.